Benedicto XVI, Papa (Ratzinger, Joseph) 1927-
Francia 12/09/2008
Es un placer, queridos amigos, recibiros esta tarde. Es una feliz coincidencia que nuestro encuentro se realice en vísperas de la celebración semanal del shabbat, día que, desde tiempos inmemoriales, ocupa un lugar tan relevante en la vida religiosa y cultural del pueblo de Israel. Cada hebreo devoto santifica el shabbat leyendo las Escrituras y recitando los Salmos. Queridos amigos, como bien sabéis, la oración de Jesús también se nutría de los Salmos. Él iba regularmente al Templo y a la sinagoga. Allí tomó también la palabra un sábado. Quiso subrayar la bondad con que el Dios eterno cuida del hombre, hasta en la organización del tiempo. ¿Acaso no dice el Talmud Yoma (85b): “El sábado ha sido dado para vosotros, no vosotros para al sábado?” Cristo ha pedido al pueblo de la Alianza que reconozca siempre la grandeza inaudita y el amor del Creador de todos los hombres. Queridos amigos, debido a lo que nos une y a lo que nos separa, nuestra fraternidad tiene que fortalecerse y vivirse. Y sabemos que los vínculos de fraternidad constituyen una invitación continua a conocerse mejor y a respetarse.Por su misma naturaleza, la Iglesia católica desea respetar la Alianza contraída por el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. La Iglesia se inscribe también en la Alianza eterna del Omnipotente, cuyos designios son inmutables, y respeta a los hijos de la Promesa, a los hijos de la Alianza, sus amados hermanos en la fe. La Iglesia repite con fuerza, por mi voz, las palabras del gran Papa Pío XI, mi venerado Predecesor: “Espiritualmente, nosotros somos semitas” (Alocución a los peregrinos de Bélgica, 6 de septiembre de 1938). De este modo, la Iglesia se opone a todo tipo de antisemitismo, del que no existe ninguna justificación teológica aceptable. El teólogo Henri de Lubac, en una hora “de tinieblas”, como decía Pío XII (Summi Pontificatus, 20 de octubre de 1939), comprendió que ser antisemita significa también ser anticristiano (Cf. Un nouveau front religieux, publicado en 1942 en: Israël et la Foi Chrétienne, p.136). Una vez más siento el deber de rendir un sentido homenaje a todos los que murieron injustamente y a los que trabajaron para que el nombre de las víctimas permaneciese siempre en el recuerdo. ¡Dios no olvida!
En una ocasión como ésta, no puedo dejar de mencionar el papel eminente desarrollado por los Hebreos de Francia en la edificación de toda la Nación y su prestigiosa aportación a su patrimonio espiritual. Han dado —y continúan dando— grandes figuras al mundo de la política, de la cultura, del arte. Con respecto y afecto, les dirijo mis mejores a cada uno de ellos e invoco con fervor sobre todas vuestras familias y sobre todas vuestras comunidades una Bendición particular del Señor de los tiempos y de la historia. Shabbat Shalom!
© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana
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Inserito 01/01/1970
Relazioni Ebraico-Cristiane
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